Fidelidad a una vocación

“Pues que siempre tan amado fuiste de nuestro Señor, Santiago, apóstol sagrado, sé hoy nuestro protector.”

Este himno con el que comenzamos las primeras vísperas de esta fiesta nos lleva a reconocernos AMADOS DE NUESTRO SEÑOR. Por el que al igual que Santiago dio su vida, nosotras en nuestro vivir diario le buscamos en el silencio, pensamos en él y le invocamos de modo que a todos pueda llegar el mensaje evangélico.

“Al ser por Cristo elegido, por él fuiste consolado, viéndole transfigurado de nieve y de sol vestido y por el Padre aclamado en la cumbre del Tabor”.

Cristo es quien nos amó primero, nos miró y eligió y en nuestra aceptación nos hacemos cooperadoras suyas en la obra de la regeneración humana. Nosotras sentadas a los pies del Señor imploramos a la Palabra por todos aquellos que necesitan de Evangelio. “Señor Jesús ¿Qué será de los que no creen en ti?”

“En Judea y Samaría al principio predicaste después a España llegaste, el espíritu por guía, y la verdad has plantado donde reinaba el error”.

Las monjas no estamos excluidas de la proclamación de la palabra de Dios, ya que anunciamos el evangelio con el ejemplo de nuestra vida, con el testimonio de nuestra oración, preparando el camino a la verdad que es el mismo Jesucristo, a todo el que busque una luz, un sentido sin error en su existencia.

“Pues que siempre tan amado fuiste de nuestro señor, Santiago, apóstol sagrado, sé hoy nuestro protector”.

 

 

Comunidad de monjas dominicas
Monasterio de Santo Domingo el Real de Segovia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *