- Crónica de la primera jornada de la Pascua Dominicana celebrada en el Monasterio de Santo Domingo el real.
Ocho de la mañana recién amanece en Segovia y nos disponemos a salir hacia el primer momento de este Jueves Santo, en el que algo nos hacía entrever que no sería una Pascua más.
Un ambiente de encuentro y fraternidad se vive desde el primer instante en el que entramos en la iglesia y nos encontramos con ellas y nuestro hermano Fr Juan Luis Mediavilla que desde Roma viene a acompañarnos en esta Semana Santa.
La paz y la hondura con la que viven las lecturas, armonizadas con sus voces hacen que sientas qué es lo realmente importante en la vida y,-sin olvidarte de tu realidad-, poder tomar distancia para contemplarla desde otra perspectiva como católico y laico dominico.
Posteriormente y después de desayunar continuamos con los laudes y una celebración del Perdón en la que reflexionamos desde las “piedras” que nos acompañan en nuestra vida y que nos impiden SER y VIVIR desde lo que Dios sueña para nosotros. Sin caer en la tentación de juzgarlas, de medirlas, de pesarlas… piedras son y para Dios no hay piedra grande ni pequeña ya que la gracia todo lo puede y son posibilidad para descubrirla.
Es un momento en el que cada uno tenemos la oportunidad de caer en la cuenta de ello, y poder recibir el regalo del sacramento de la confesión como una invitación a seguir caminando sean las piedras que sean las que aparezcan en nuestro camino.
La mañana la complementamos con un espacio formativo entorno a la celebración de la Eucaristía. El día que eligió para despedirse y el modo en que lo hizo nos puede dar muchas pistas de la invitación de Dios para nuestras vidas y ese es uno de los apuntes que aparecen en ella. Desde que Jesús permanece a pesar de que ya intuía lo que le iba a suceder, hasta la confianza inquebrantable de que el Reino de Dios está presente y su momento ha llegado. O los pequeñas-grandes novedades que introduce en esa celebración judía: Ese pan soy yo, o el beber todos de su misma copa como símbolo de unión íntima con Él.
Después de un breve descanso, tras la comida, la tarde comienza con un espacio de reflexión guiado por nuestra hermana Covadonga, en el que continuamos profundizando sobre ese momento que Jesús elige para despedirse de los suyos. Es un momento nuevo, íntimo y que nos sirve también de antesala para la celebración de la eucaristía y el lavatorio de los pies. Otra gran novedad que Jesús introduce al hacerlo en medio de la cena y,-no antes como hubiera podido ser una costumbre de purificación judía-, y en el que el Dios del pesebre vuelve a descender y hacerse pequeño hasta lavar los pies,-acto reservado para los esclavos o los últimos en esa sociedad, instaurando así el día del amor fraterno.
Uhmm… Amor fraterno=lavar los pies al otro más dejarse lavar por el otro ( mi familia, mi pareja, mis compañeros, hermanos de fraternidad…) fácil la definición, ¿verdad? Mientras reflexiono sobre ella, y sobre lo que más me cuesta de las dos variables, pienso: “que suerte vivir este día en fraternidad y en familia”.
La tarde continuó con un paseo tranquilo por la ciudad, y una cena compartiendo inquietudes, risas, y una alegría profunda que no te la dan unas simples vacaciones.
Terminamos el día de nuevo en la iglesia compartiendo la Hora Santa con las hermanas y más gente de Segovia. Un momento de intimidad, silencio, oración contemplación y agradeciendo su vida y nuestra vida en este camino a la Resurrección.
Carlos Luna OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo “Nuestra Señora de Atocha”