Bien, nacimiento y agradecimiento son palabras que adquieren una fuerza especial estos días, y este año de manera aún más especial para toda la Familia Dominicana en España.
Próximas las fechas de la celebración de la Navidad, los dominicos de todo el mundo celebramos, el 22 de diciembre, la aprobación de la Orden de Predicadores por medio de la bula Religiosam Vitam del Papa Honorio III. El cumpleaños de la Orden apunta al nacimiento más importante de todos, el de Jesucristo, Dios hecho hombre.
El misterio de la Encarnación está en el corazón de nuestra fe y marca profundamente la espiritualidad dominicana. Santo Domingo siente la urgencia de predicar al descubrir la existencia de grupos espirituales en el sur de Francia que dicen que vivir el genuino Evangelio conlleva negar la realidad de la Encarnación. La distorsión del mensaje cristiano era de tal magnitud que Santo Domingo no podía sino compadecerse de aquellas gentes. Su desorientación les arrastraba a las antípodas de la Buena Noticia: la creencia en un Dios que despreciaba nuestra humanidad les deshumanizaba. Es inevitable: no tomarse en serio la Encarnación supone no tomarse en serio al ser humano.
La celebración de la Navidad está también, por ello, en el corazón del significado que tiene para nosotros la celebración del nacimiento de la Orden. No se trata tan sólo de proximidad en el calendario. Santo Domingo y su Orden predican esta Palabra encarnada y acostada en un pesebre. Pues bien, para la predicación dominicana un lugar y una fecha fueron decisivas: Segovia en torno a la Navidad -de nuevo- de 1218.
Estamos a un año del VIII centenario de la visita de Santo Domingo a la ciudad de Segovia, a la que acudió a predicar e impulsar la fundación del convento de frailes que se convertiría en la primera presencia de la Orden en España. Tanto para el Santo como para la ciudad no fue un encuentro cualquiera. Pasados dos años de su estancia en Segovia, Santo Domingo solicitó otra vez al Papa Honorio III una nueva bula, esta vez para hacer llegar su agradecimiento a la ciudad por el trato otorgado tanto a él como a sus frailes.
Agradecidos por el inefable bien que Dios nos ha regalado haciéndose uno como nosotros, agradecidos por el carisma de la predicación que hemos recibido, agradecidos por aquellos días de 1218… le pedimos a Dios que la conmemoración de aquella visita que ahora estamos celebrando sea para nosotros, como lo fue para Domingo y para los segovianos, un tiempo de gracia.
Ignacio Antón Boix OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo “Nuestra Señora de Atocha”