En la fiesta de santo Tomás de Aquino, patrón de las escuelas católicas

Santo Tomás de Aquino, proclamado Doctor de la Iglesia el 11 de abril de 1567 por el papa San Pío V

Uno de los rasgos de identidad que Domingo dejo a su Orden fue el estudio, como ocupación principal del predicador. Un dominico debe prepararse para predicar la Palabra de Dios, ha de estudiar para transmitir la enseñanza doctrinal. El amor a la Verdad tan característico de la Orden, se identifica profundamente con el amor a Dios. Así, el estudio debe estar orientado principalmente a la búsqueda de Dios. Antes de alimentar la predicación alimenta la contemplación.

Santo Tomás encarna altamente ese espíritu de Santo Domingo al servicio de la Verdad. Era dichoso en el estudio responsable de la sabiduría humana y divina, la Verdad. Asumió el papel del sabio para conocer, amar y hablar de Dios. Su lema: “Contemplar y ofrecer a otros lo contemplado, con amor”. Ese vivir para Dios lo realiza en Cristo y por Cristo personalmente y en comunidad de misión.

Nace en Italia, hijo de los condes D´Aquino. Después de fuerte oposición familiar, entra en la Orden a los diecinueve años. Pasó por los principales centros de estudios de la época. En Colonia fue discípulo de san Alberto Magno; y a los 32 años es maestro de la cátedra de teología en Paris.

Se destacó por su gran candor de vida y fiel observancia en la vida conventual. En la misión de la Orden, el ministerio multiforme de la Palabra, se centró en una continua dedicación al trabajo teológico: investigar incansablemente la verdad, contemplarla con amor y entregarla a los demás. Por tanto, empleó su capacidad totalmente al servicio de la verdad, ansioso de alcanzarla; recibiéndola de donde viniese y con urgencia hacerla participe a los demás.

Tomás vivió a fondo su vocación de teólogo y nos dejó el testimonio de su conciencia de ser llamado a hacer teología. Así decía: “Confiando en la misericordia divina yo he asumido el oficio de sabio, si bien tengo clara conciencia de que sobrepasa mis fuerzas; por ello he decidido dedicarme al estudio y la enseñanza de la verdad que profesa la fe católica, en la medida de mis posibilidades, y a combatir los errores contrarios. Me atrevo a decirlo con palabras de Hilario: <<Tengo bien claro que el deber principal de mi vida es ser consciente de que me debo totalmente a Dios y quiero cumplir con este deber de modo que no sólo mis palabras, sino también todos mis actos, sean los signos de un lenguaje que sólo habla de Dios>>” (SCG, I,2).

Fue amante de Cristo Salvador, especialmente de la cruz y de la eucaristía, que exalto en sus composiciones litúrgicas y tuvo una ferviente devoción filial a la madre de Dios, la Virgen María.

Murió el 7 de marzo de 1274.

Campanario del convento de Santa Cruz la Real de Segovia

Si bien es cierto que Santo Tomás de Aquino no fue hijo del convento de Santa Cruz la Real de Segovia, es oportuno hacer memoria de él en el centenario de la fundación de esta casa, al haber sido “maestro excelso de la sagrada doctrina”.

El convento de Santa Cruz la Real de Segovia, fue estudio general, en el que desde 1599, por bula de Clemente VIII se otorgaban los grados de maestro y doctor.

Apasionado por Cristo, al que encontró a diario sobre todo en la eucaristía, concluimos con una bella oración escrita por el mismo:

Te adoro con fervor, Deidad oculta,
que estas bajo estos signos escondida,
a ti mi corazón se rinde entero
y desfallece todo si te mira.
Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto,
más tu palabra engendra fe rendida:
cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo
pues no hay verdad como la verdad divina.
Jesús mío, pelícano piadoso,
con tu sangre mis impurezas limpias,
que ya una gota de tu sangre puede,
salvar al mundo entero del pecado.
Jesús, a quien ahora miro oculto,
cumple, Señor, cuanto mi alma ansía:
mirar, feliz, tu rostro descubierto
y en visión clara siempre contemplarte. Amén.

 

 

 

Comunidad de monjas dominicas
Monasterio de Santo Domingo el Real de Segovia